Marino. -
Sólo tus tibias manos pueden sostener el timón de mi derrota,
buscar alternativas a la arbitraria singladura de un sino
escrito por un dios ebrio,
por tu indiferencia, proscrito.
Soy el hombre de la frente afortunada,
por ti acariciada,
y con ojos de buey,
casi en el mar,
te miro.
Completo aquí.
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