Mi queridísimo Federico
Hay quienes me advirtieron, el día de tu cumpleaños, que llevaba mucho tiempo sin escribirte. Y tenían razón, porque la vida me llevaba (y me lleva) tan en volandas en los últimos meses que apenas pude pensar en ello. Y ahora, en esta medio pausa de verano, sí tengo la necesidad de escribirte porque, desde donde estés, sé que sabes lo que viene, que estoy en un antes y un después, donde todo parece encajarse de golpe. Todo toma otro rumbo que me cuesta, a ratos, asumir como cierto. Una sensación extraña de que eso no es lo que me pertenece, después de resignarme en todos estos años a lo que pasó. Nota aquí.
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