En la silla de Woody Allen
Exterior, día. Brilla el sol en San Sebastián.
Woody Allen solo se quita el gorro estilo pescador cuando se pone los cascos de sonido y la cámara rueda. Cada vez que corta la acción, repite el mismo ritual: se levanta de la silla y vuelve a cubrirse con el gorro de pana marrón. La primera secuencia de su película Celebrity (1998), una de las últimas que fotografió en exquisito blanco y negro el genio sueco Sven Nykvist, retrataba la crisis de madurez de un escritor fracasado con el telón de fondo del mundo de la fama. Transcurría en un set de rodaje en pleno Nueva York donde un avión escribía con su estela en el cielo la palabra "Help" (Ayuda) mientras la estrella de la película cruzaba corriendo el plano. Más de dos décadas después, los aviones ya no sobrevuelan Manhattan y el director de obras maestras como Annie Hall (1977) o Broadway Danny Rose (1984) está en una diminuta carretera de Gipuzkoa que conduce desde el monte Igueldo al pueblo de Orio. A 6.000 kilómetros de su eterno plató favorito el día es tan espectacular que la postal casi ofende: las verdes praderas con caballos, el mar azul, el aire ligeramente fresco y el sol que lo ilumina todo. "Sí, el tiempo es maravilloso, pero para rodar yo prefiero la luz de los días grises, es más bonita. Aunque mejor sol que lluvia", aclara el cineasta de 83 años. Nota aquí.
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