El viento que lleva a Ismael Serrano
Somos de la misma quinta y el viento nos lleva siguiendo el sendero. Ismael Serrano vino a cantar a Cádiz, a solas con su guitarra. Tienen los cantautores fama de plomizos. Haberlos hay, pero sobre los cantautores pesan prejuicios improcedentes de los que nunca supieron distinguir grano de paja. Lo que puede decirse es que Ismael tiene alma de contador de historias y que en la cuarentena su cancionero, como el buen vino, ha ido agrandándose, ganando poso y hondura. En su última gira, Todavía, disco de guitarra y voz, grabado entre zorzales, tordos y benteveos, son numerosas las referencias a sus primeros discos, a partir de los cuales, el madrileño fue construyendo su cancionero.
A Ismael, como buen cantautor, le gusta salpimentar sus canciones con jugosas introducciones. Conversa con su público y me atrevería a decir que mostró más ingenio que el dominante en las más bien tediosas sesiones preliminares del Falla donde se supone que brilla el ingenio chirigotero y carnavalesco. Pero ahí también hay de todo como en botica, salvo que practiquemos el gaditanismo recalcitrante. Porque hay humorismos y gracietas que producen vergüenza ajena y cantautores de melancolía asumida que muestran destellos de humor, chispazos de ingenio de esos que le gustaban a nuestro Fernando Quiñones, quien por cierto desdeñaba del bastinazo chirigotero (leáse su artículo El rayo que no cesa, El País, 30 de septiembre de 1998) que el alcalde de nuestra ciudad sublimaba en un reciente documental de Canal Sur sobre la figura de Juan Carlos Aragón. Crónica aquí.
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