Los años
A veces, y de pronto, como sin esperarlo,
se te vienen los años. Más de setenta. Piensas
que no estás para nada y que a esta edad apenas
si te queda algún hueco donde ocultar tus miedos.
Y que el amor, la vida, o acaso solamente
el salir a la calle, es un empeño inútil,
como un abrazo al aire o besar el vacío.
se te vienen los años. Más de setenta. Piensas
que no estás para nada y que a esta edad apenas
si te queda algún hueco donde ocultar tus miedos.
Y que el amor, la vida, o acaso solamente
el salir a la calle, es un empeño inútil,
como un abrazo al aire o besar el vacío.
Recuerdas que -tú, niño- tus abuelos estaban
sentados, como ausentes,
a aquel suave calor que daba en la solana.
Y después, la ternura en la cocina blanca,
en la silla de anea, al calor de la lumbre.
(Y sabes que tenían la edad que ahora tú tienes).
sentados, como ausentes,
a aquel suave calor que daba en la solana.
Y después, la ternura en la cocina blanca,
en la silla de anea, al calor de la lumbre.
(Y sabes que tenían la edad que ahora tú tienes).
Y luego, ya más tarde, los años con la sangre
como un torrente vivo del ardor y la fiebre.
Los amores que vienen por la noche a buscarte
en los insomnios grises y en la melancolía.
Tanto recuerdo muerto. Tanto amor que hoy quisieras
sentir igual que el soplo de un suspiro en la boca.
como un torrente vivo del ardor y la fiebre.
Los amores que vienen por la noche a buscarte
en los insomnios grises y en la melancolía.
Tanto recuerdo muerto. Tanto amor que hoy quisieras
sentir igual que el soplo de un suspiro en la boca.
Hoy te encuentras vencido en los años de frío.
No hay siquiera añoranza. El deseo es un viento
que arrastró las promesas de los viejos veranos.
Hoy apenas te queda una voz que no es tuya,
escribir unos versos, compartir una copa
cualquier noche, pararse en lejanos semáforos,
esperar que el teléfono te pronuncie su nombre.
No hay siquiera añoranza. El deseo es un viento
que arrastró las promesas de los viejos veranos.
Hoy apenas te queda una voz que no es tuya,
escribir unos versos, compartir una copa
cualquier noche, pararse en lejanos semáforos,
esperar que el teléfono te pronuncie su nombre.
Y más tarde soñar que los años no existen.
Y que todos los días empezarán con ella.
Aunque sea imposible.
Y que todos los días empezarán con ella.
Aunque sea imposible.
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