jueves, octubre 29, 2020

Joaquin Pérez Azaústre

 La muerte de la tristeza

Luce Lauren García ese timbre verbal y arrebatado que tienen unos cuantos poetas verdaderos. Y no hablo de tendencias, de escuelas o registros, sino de temperamento y verdad. Más allá de la forma urbana y lúcida con fogonazo y brillo metafórico desnudo, amarrado en la noche de un domingo que se vuelve sangriento cuando la oscuridad solo esconde un silencio total, ese rasgo interior en la personalidad de la escritura es, sin duda, un don, pero es también su carga, alianza y condena con la realidad del pasado. Lauren García, en estos poemas espléndidos de su libro La muerte de la tristeza, lo que nos está mostrando es el dolor del recuerdo. No solo la elegía, no solo ese lamento por lo que se ha perdido, sino el dolor desnudo que al final se hace cuerpo. Porque este libro hermoso de la colección Más Madera de Oviedo no responde, en caso alguno, a la razón del título: aquí no hay muerte alguna, y ni siquiera un desvalimiento, de ninguna tristeza, sino su fundación desde un álbum de fotos de la memoria que, por suerte o por desgracia, no se ha ido perdiendo en el desgaste natural de vivir. Lauren García avanza en la escritura que es vida también sin dejar una brizna de equipaje atrás, y ese peso cansa y determina. Nos habla de ese hombre solitario «de adormecidos pasos de gigante» que se encontró a sí mismo «al iniciarse el traqueteo de un tren» -emoción, partida, viaje- y hoy se descubre en «aletargados portales» de «calles desiertas». Imaginen un domingo por la noche, cuando la fiesta no tiene sentido. Imaginen un domingo por la noche veinte años después, cuando la fiesta dejó de encontrar su sentido hace ya mucho tiempo. Y ese mismo paseo, y esa misma honda y sincera soledad. Crónica aquí.



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