martes, febrero 09, 2021

Almudena Grandes

 "Las potencias democráticas fueron aliadas más importantes para Franco que el Eje"

La novelista regresa con Los pacientes del doctor García, una historia marcada por el auxilio prestado por el franquismo a los criminales de guerra nazis

"Escribo esta serie porque los militantes antifranquistas molestan en el relato oficial de cómo llegó la democracia", asegura la autora sobre sus Episodios de una guerra interminable

Almudena Grandes (Madrid, 1960) encontró, en una de sus compras casi compulsivas de libros sobre la Guerra Civil, uno cuya portada le llamó la atención. En ella, un hombre "muy apuesto" con una cicatriz que le surcaba la cara hacía el saludo fascista. Era La guarida del lobo, de Javier Juárez, y el fotografiado era Otto Skorzeny, dirigente de las Waffen-SS y responsable en gran medida de la operación de evacuación de nazis hacia Argentina y España tras la II Guerra Mundial. Entre sus páginas, un tiempo más tarde, encontró una dirección: calle Galileo, 14, Madrid. No solo era un portal por el que pasaba casi a diario, de camino al cine o a un concierto. Allí había vivido durante décadas la dirigente nazi y falangista Clara Stauffer, y allí había dado refugio a centenares de criminales de guerra alemanes. 

"Me impresionó mucho que hubiera habido una red de estas dimensiones en un edificio por cuyo portal he pasado tantas veces", recuerda. De esa doble fascinación —Galileo, Stauffer— nació Los pacientes del doctor García, cuarta entrega de la saga Episodios de una guerra interminable tras Inés y la alegría, El lector de Julio Verne y Las tres bodas de Manolita. Ahora, en la serie que sigue el camino de los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós, se abren paso nazis, espías y diplomáticos internacionales. Un triple salto mortal que ha mantenido a la novelista atada al escritorio durante cuatro años —entre las anteriores transcurrieron dos— y que incluye por primera vez capítulos de no ficción entretejidos con la historia de Guillermo García, el doctor García, y el diplomático Manuel Arroyo. Dos hombres que no existieron de pura casualidad. Nota aquí.



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