martes, febrero 02, 2021

Luis García Montero

Memoria y democracia

Creo que una de las tareas fundamentales que la memoria política tiene ahora por delante es la de ayudar a consolidar una necesaria derecha democrática. La extensión de los irracionalismos y el descrédito de las instituciones son enfermedades que afectan a las democracias más importantes del mundo. Los procesos comparten muchos códigos que van desde la demagogia mediática del expresidente Trump hasta el resurgimiento neonazi en Alemania o las otras mareas racistas que se extienden por Europa. Pero dentro de los códigos compartidos cobran valor las historias particulares, y España tiene la suya.

Me preocupa, por ejemplo, que los nuevos discursos antidemocráticos coincidan en España con la pérdida inevitable de la memoria viva de lo que fue la dictadura franquista. Han pasado muchos años y tenemos ya muchos inviernos encima los que experimentamos aquella realidad. Con frecuencia se cae en la trampa de comparar acontecimientos como si nada hubiese cambiado. Cuando se dice que en la democracia hay la misma corrupción que en la dictadura, cuando se confunde un error judicial con una justicia dictatorial o cuando se define como fascista a alguien que defiende ideas de derechas que caben en una democracia, se mezclan realidades que tienen muy poco que ver. La otra cara de la moneda es el consabido estalinismo-comunista-socialista-bolivariano de toda persona empeñada en no separar mucho los valores de la igualdad y la libertad. Nota aquí.



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