ÁRBOLES
A mis hijos.
Me ha llevado mi tiempo comprender
que no sois ramas mías
sino árboles enteros,
nacidos a mi sombra,
sí, pero independientes,
libres en la andadura.
Fue casual que mi savia viniera a derramarse
en el surco preciso
para que germinaran vuestros ojos concretos,
vuestra voz exclusiva,
vuestra sonrisa propia,
vuestro singular cuerpo
y vuestro corazón intransferible.
Yo os amé desde entonces
pero ya no erais míos;
ni siquiera podía marcaros un camino
para mí inexplorado
ni vivir vuestras vidas,
ni evitaros dolores por más que los llorara
con vuestras mismas lágrimas.
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