Un cuadro de Hopper
Habitación con frío y la tristeza
de una pareja a solas por la noche.
Hoteles sin papeles y sin nombres.
Sin palabras apenas ni futuro.
Adoras el color del tiempo viejo.
Con la cama deshecha y con la ropa
tirada, abandonada en la moqueta.
(Por el pasillo se escuchan tenues voces).
Discreta la pasión. Noche discreta.
Imaginados sueños. Los amores
brillando suavemente en el espejo
del baño blanco y frío de quirófano.
La soledad de dos. Todo en silencio
después del amor fiero. Y una cierta
desolación de cuerpos en penumbra.
Un acre olor a sexo por el aire.
Una ciudad de la que nada ya recuerdas.
Con puertos o estaciones en la niebla.
Asfalto reluciente por la lluvia
que no deja de caer misericorde.
Bares abandonados a esa hora
en que la madrugada es dura y fría.
Y alguien está esperando no se sabe
si un nombre o la luz de la mañana.
Desde el balcón abierto se divisa
una plaza sin gente y sin latidos.
Intermitente, una luz roja de neones.
El odioso destello de ambulancias.
Ya no puedes dormir. Una mirada
al cuerpo que está al lado,
en el revuelto lecho. Un cigarrillo.
Sentarte en un café mientras despierta.
Levantarte. Y mirar. Y convencerte
de que vives en un cuadro de Hopper.
Y no te has dado cuenta.
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