Una industria más rica frente a unos músicos más pobres: "Somos un lujo pero la gente nos ve como una mierda"
Tres mujeres y tres hombres del gremio de los músicos profesionales y de diferentes generaciones hablan sobre la evolución de la profesión, con las oportunidades mermadas por la pandemia pero en decadencia desde mucho tiempo antes
Belén Gómez (cantante, pianista y compositora), Olvido Lanza (violinista clásica y moderna), Laura Gómez Palma (bajista), Ricard Miralles (arreglista y pianista), Diego Galaz (violinista especializado en música popular) y Tomás Novati (guitarrista) ponen en valor todo lo positivo que ofrece su trabajo en un clima de incertidumbre sin precedentes.
“La música es una fuente de fraternidad." Tomás Tommy Novati (2000) resume con esta frase la filosofía de un músico de directo o de sesión. Gozan de una profesión única, es verdad, pero viven en un contexto laboral en el que muchas veces es imposible subsistir económicamente. “Un músico es una cosa de lujo, y la gente lo ve como una mierda”, sentencia más crudamente Belén Gómez (1982), que además de compositora, cantante y pianista es profesora en la Escuela de Música Creativa de Madrid.
La evolución del panorama laboral en las últimas décadas ha diezmado el poder adquisitivo y de trabajo de los músicos profesionales. Una falta de estabilidad que se ha acentuado durante la pandemia de covid-19. Esa precarización del trabajo contrasta con la exponencial subida de ingresos de la industria musical en España. Desde el año 2013, los ingresos anuales han aumentado de 488 millones de euros hasta los 851 millones en el año 2020, según datos de la empresa de análisis Statista GmbH. Sin embargo, los trabajadores del sector que han accedido a hablar con infoLibre destacan que la tendencia, para los músicos profesionales, ha evolucionado de forma inversamente proporcional a los ingresos de la industria. Nota aquí.
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