La vida hoy
Vivir en paz es fácil. Sobre todo
a estas altas edades en que uno
tiene más añoranza que deseos.
Y el recuerdo es solo niebla del pasado.
La ausencia duele ahora mucho menos,
el corazón no se rompe como entonces.
Y, a estas alturas, mira, no tenemos
mayor preocupación que seguir vivos.
Que no falte buen vino, lecho cálido,
un buen yantar sin malas digestiones,
una taberna amiga a media tarde
y algún amor (lejano, si es posible).
Ni una preocupación por las arterias,
y que las vísceras sigan funcionando.
Y cuatro cosas más, elementales,
sencillas como un cielo azul y limpio.
Y olvidar, olvidar y que te olviden,
que te dejen en paz con cuatro libros,
con todas tus manías y rarezas
que has ido cultivando con los años.
Y que nadie te diga o te pregunte
si es decente y normal que a estas edades
te juntes,como vaca sin cencerro,
con amigotes de bares y de cañas.
Que no tengas ni horarios ni cuidados,
que seas capaz de pasar los días enteros
paseando por calles y por plazas,
vagabundo de mares y de estrellas.
Pero es que, al final, la vida es eso:
caminar sin brújulas ni mapas
y saber que habrá quien te regañe
si vuelves tarde a casa y con dos copas.
(El corazón ya no está para otros ruidos).
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