miércoles, mayo 26, 2021

Rodolfo Serrano

 Inquisidores

Cogen a un hombre, lo arrastran, lo destrozan.
Lo escupen, lo golpean, lo maldicen,
asesinan su alma, lo persiguen
hasta el dolor de todos los dolores.
Cabalgan por las páginas de todos
los periódicos, ensucian las palabras,
queman libros, arrancan los olivos,
y corrompen los mares y los bosques.
Nos apagan los días más brillantes
maldicen en tabernas de mal vino,
se arrastran por oscuros callejones,
infectan -ay- la piel de las estrellas.
Son esa gente mala que rebusca
en los pozos profundos de la historia,
los que sacan el odio, los que tuercen
el nombre y el camino de la vida.
Se alimentan del miedo y del pasado,
atacan a los débiles y alaban,
sumisos y obedientes, al tirano.
Y traen con ellos las llamas del infierno.
Son el pedo de un dios de alcantarilla,
la palabra que no está en los diccionarios,
El nombre que maldice el hombre bueno
cuando arropa la fiebre de los niños.
Su presencia es un viento que destroza
el trigo de los campos y derriba
las casas y los árboles, se lleva
los besos del amante y las caricias.
Que su odio les envuelva en sus banderas,
y que el amor, como una brisa fresca,
nos llene el corazón y que nos vista
nuestros sueños con traje de domingo.
(Y que se quemen, se quemen para siempre
en el infierno que crearon ellos mismos)
Foto de Raul Cancio.



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