~Km 69~
Existe un punto de no retorno
ese donde mi alma se frustra
se estira y encoge como los
pliegues de una cama cansada,
resistiendo una vez más a las
imprudencias de sus visitantes.
¿Será que ya no puede más
mi cuerpo, de tanto ir y venir.
Tanto veleta?.
Me observo, y mi piel se abre
a la vida cómo las puertas
automáticas de una gasolinera.
Siempre ahí, siempre dispuesta.
Su horario es invariable.
24/7; toma algo de comer,
descansa en mis alrededores,
y sigue tu camino en carretera.
Se queda ahí, perenne con su amabilidad
y con la certera de que aquellos trotamundos,
aquellos que descansaron sus huesos,
que buscaban calor dentro de ella
que necesitaban repostar de energía su
aliento
y curar las heridas del asiento copiloto,
aquellos que se quedaron un poco más
pero no del todo,
nunca se quedarán a vivir en su gasolinera.
Siguen mis ojos mirando el horizonte,
un campo de girasoles sobre mi vista
buscando la mirada de otro sol que les
deslumbre,
dejando en barbecho el querer hasta que de tormentas se reparen los daños para
brotar con fuerza en la siguiente siembra.
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