Catártico concierto de Robe Iniesta en Madrid sin (apenas) restricciones
El músico extremeño y su público entusiasta unen fuerzas para el primer espectáculo en dos años que se siente como un concierto de los de antes.
Aún poniéndose a la venta las entradas quince días antes, y aún habiendo actuado en Rivas hace apenas tres meses, el concierto de Robe en Madrid de anoche rozó el lleno. Quedaron las entradas de grada alta por vender, poco más de un millar de localidades, y la forma de ponerlas a la venta creó extraños claros en el Palacio de Deportes, pues las gradas altas de Felipe II y Fuente del Berro se pusieron a la venta más tarde que la de Goya, la que parece estar a una parada de metro de distancia del escenario en los conciertos del WiZink Center. El resultado es que algunos tuvieron que comprar una entrada que no deseaban a pesar de que no se agotaron las localidades. Confusa estrategia que tampoco sorprende porque Robe y su equipo, siempre con la mejor voluntad, no son ajenos a soliviantar a su propio público, y ahí está la malograda gira de Extremoduro para demostrarlo.
Que las entradas no se venden con la misma celeridad cuando van rubricadas por el grupo o por el solista es un hecho; la misma paradoja que frenó la carrera de David Summers cuando él era, a todos los efectos, Hombres G. Robe no ignora esta circunstancia y ha promocionado su gira en múltiples entrevistas con una entrega desconocida en alguien que, hace una década, llegó a publicar algún disco de Extremoduro sin dar una sola declaración a los medios.
Cabía la tentación de considerar al grueso del público del WiZink Center nostálgicos de la marca anterior de Robe. Por edad y por actitud encajaban. Por eso resultó tan impactante la forma en que cantaron a pleno pulmón Mayéutica, el soberbio último disco de Robe, en la segunda mitad del espectáculo, después del anticlimático intermedio de 30 minutos que el artista lleva imponiendo en sus conciertos desde tiempos inmemoriales. Nota aquí.
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