Luca Prodan y sus fieles perros vagabundos: los días de su llegada a Argentina y sus primeros pasos en Hurlingham
En 1987, cuando murió, el líder de Sumo ya era un personaje importante del rock nacional y vivía en San Telmo. Quienes lo conocieron en la localidad del oeste del conurbano a la que fue a vivir recién llegado al país lo sentían como alguien propio.
Poco antes de su muerte -de la que este miércoles se cumplen 34 años-, lo vi una noche a Luca caminando por Hurlingham con una novia que nunca antes había visto. Lo llevaba -literalmente, esa chica lo llevaba a Luca- abrazado. Me impactó su delgadez. Su cuerpo bailaba dentro de una gastada remera blanca. Cuando pasaron a mi lado, esperé unos segundos, me di vuelta y miré a esas dos figuras que parecían caminar juntas hacia el incierto destino que sus pies decidieran llevarlos.
Luca Prodan murió a los 34 años y había vivido a toda velocidad: “No sé lo que quiero, pero lo quiero ya”. Sabía que hacía rato que la parca lo andaba buscando; que se la tenía jurada. Y cada vez que podía, lo decía: “Y yo me alejo más del suelo/ y yo me alejo más del cielo también”.
Cuando la maldita parca finalmente lo alcanzó, en 1987, Luca ya era un personaje importante del rock nacional y vivía en San Telmo, pero en Hurlingham lo sentíamos -y seguimos sintiendo- un poco nuestro. Había armado una banda con pibes del barrio, que –como él siempre decía- tocaban la guitarra encerrados en sus casas. Nota aquí.
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