domingo, diciembre 12, 2021

Rodolfo Serrano

 Otoño en Villamanta

No sé si están los chopos
desnudos ya de hojas en el arroyo seco.
O si habrá amanecido con la escarcha cubriendo
los rastrojos lejanos.
En el pueblo la plaza estará como siempre.
Las retamas heladas en los cerros redondos
y el silencio en las calles.
Mañanita de bar junto a la cristalera
recordando los días de una infancia ya lejos.
Un otoño en que todo
era vida dorada,
las hojas de los árboles
y la tarde anunciando
una noche de frío y de lumbre en la casa.
Y sentir este sol que deslumbra la calle,
que ilumina un pasado
donde todo era hermoso
y era cálido el tiempo como un beso de madre.
Viene ahora, muy limpio,
el otoño en el pueblo
hasta este Madrid con olor a gasóleo,
a café y a este agrio dulzor del abandono.
Dejo que pase el tiempo en este bar desierto.
Apuro muy despacio un café y busco afuera
ese otoño en las hojas
de los plátanos tristes en la calle vacía.
Y me llega muy suave la nostalgia del pueblo,
los juegos en la plaza y el temor al demonio
cuando en la vieja iglesia
don Guillermo rezaba el rosario y los niños,
monótonos, cantábamos antiguas oraciones.
Salgo luego a la calle.
La cuesta de Segovia
se pierde bajo el arco del Viaducto. Lejos,
la sierra casi oculta por las nubes oscuras.
(Madrid, en este otoño, es un pueblo con frío)
Foto de Raul Cancio. Otoño de oro.



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