Hotel de paso
En un hotel -pongamos que muy lejos-,
con el aire moviendo las cortinas
y un limpio sol de invierno acariciando
el revuelo de sábanas y sueño.
Y el frío amanecer de un sitio ajeno.
Lo peor del amor y sus pasiones
viene cuando te vistes en un cuarto
que no tiene de ti nada en sus muebles,
en cuadros de caballos y tormentas.
Te preguntas entonces quién se ha amado
entre estas paredes que ahora mismo
te asfixian las palabras, en la cama
que miras con hastío, sucia y triste.
Lo peor es esa huida apresurada
de la alcoba alquilada, ese silencio
del viaje a la ciudad, la luz rompiendo
la oscuridad bendita del deseo,
el rugido del coche en la autopista.
Y despedirte luego, a pocos metros
de su casa. Decir hasta mañana.
Y saber que este hoy y ese mañana,
han muerto en un hotel ya muy lejano.
(La luz del día siempre borra y mata
el deseo de todos los amantes).
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