jueves, marzo 03, 2022

Ana Montojo

 ODIO

No hay volcán, terremoto ni tsunami
que pueda compararse a la barbarie humana
no hay monstruo más terrible que ese monstruo
que nos despierta el odio a la gente decente.
Escribimos poemas y vamos a la compra
y llevamos al médico a nuestra gente enferma
y nos enamoramos y vivimos
y pensamos qué hacer en el futuro,
dónde irán nuestras cosas,
dónde iremos nosotros.
Y hablan en la radio de no sé qué partido
de fútbol o político,
mientras ruedan los tanques
con su carga de muerte,
y el mundo mira atónito, paralizado y mudo
su propia destrucción.
Confieso que le odio sin vergüenza,
es legítimo odiar al rey del odio.
Quiero matarle, quiero torturarle,
quiero verle temblar y defecarse encima,
deseo que se ahogue con su vómito,
que sus ojos se salgan de sus órbitas
y exploten como globos de los niños
que yacen muertos entre los escombros.
Si supiera rezar, rezaría al demonio
para que le mandara un rayo ardiente
que achicharrara a semejante monstruo
y muriera despacio entre alaridos
que no escuchara nadie.



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