martes, abril 26, 2022

Rodolfo Serrano

 Una tarde

En un lugar lejano
-pongamos que en Madrid, sin ir más lejos-,
una mujer descansa.
La calle, sombra y ruido,
es territorio hostil a los amantes.
La noche va cayendo,
lentamente.
Yo te miro dormir. Y pienso en nada.
La casa está en silencio.
Leo a Pedro Andreu y su cherokee.
Es ya la poesía
mi único descanso. Los amigos
llaman de tarde en tarde.
Me preguntan
por mi mala salud y mis asuntos.
No son buenos mis días.
Sin embargo,
me empeño en sonreír ante el desastre.
Me adormezco y recuerdo,
ya muy lejos,
esa ardiente pasión del amor fiero.
Mas la vida
tiene ahora un sabor fuerte y profundo,
tal vez un poco agraz
pero magnífico.
Dejo pasar las horas.
Sé que ahí fuera
alguien pensará en mí, quizás recuerde
una noche de amor
o, simplemente,
una charla en un bar
o la ternura
que queda siempre perdida en los moteles.
Y quizás aún le llegue, suave y dulce,
la palabra, algún verso
encontrado, de pronto, entre las hojas
de aquel libro que tú le regalaste.
Incluso es muy posible
que una cierta sonrisa le dibuje
los labios. Y recuerde.
Florece la celinda.
Está todo ya en orden. El futuro
es un árbol enhiesto que resiste
cada golpe feroz que da la vida.
En sus ramas
los pájaros se duermen
y yo escribo
estos versos que buscan la esperanza.
Foto de Raul Cancio.



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