sábado, mayo 14, 2022

Fito & Fitipaldis

 Fito & Fitipaldis reparten felicidad a 15.000 personas en un concierto soberbio en Madrid

El músico bilbaíno llenó el WiZink Center en una noche emocionante que se repetirá hoy sábado

Fito Cabrales lanza temerariamente por los aires su guitarra Fender Stratocaster blanca. Un técnico la amarra al vuelo en una esquina del escenario. No hacen falta instrumentos en este tramo final del concierto. Ni siquiera debe cantar el bilbaíno. Lo hace por él todo el recinto, que entona: “Después de un invierno malo. / Una mala primavera. / Dime por qué estás buscando, una lágrima en la arena”. Una madre abraza a su hijo de 12 años; dos viejos rockeros agitan sus brazos tatuados; unas chicas se graban en vídeo. A alguno se le humedecen los ojos. La canción, Soldadito marinero, continua, solo coreada por el público: “Él camina despacito que las prisas no son buenas. / En su brazo dobladita con cuidado la chaqueta”. Los músicos admiran el espectáculo desde el escenario.

Cómo se lo pasó la gente en el concierto de anoche. No fue un baño de masas, porque ese término atribuido a las estrellas no casa con un Fito Cabrales sencillo y cercano. Mejor describir lo que pasó como que la masa se rebozó en felicidad. La música de Fito consiguió hasta que muchos consumiesen ese pastoso brebaje llamado calimocho. No hay trucos ni zarandajas en los recitales de Fito & Fitipaldis: son cinco tipos adiestrados para ofrecer rock and roll. Podrían estar en un bar tocando para 100 personas. No cambiaría un acorde sobre lo que aconteció ayer, ante un repleto WiZink Center de Madrid con 15.000 personas, un pabellón que vivió otra noche (como hace una semana con Siniestro Total) fantástica en unos conciertos que tienen mucho de catarsis y de desfogue. “Muchas gracias por habernos esperado”, saludó Cabrales con una frase que ya lo decía todo. La espera después de dos años.

Viene el bilbaíno de arrasar en los primeros días de su gira: 20.000 espectadores acudieron a la cita de A Coruña, 15.000 a la de Gijón, 12.000 en Pamplona, 15.000 en Valencia, y así… Las cuatro fechas de Madrid (la de anoche, este sábado y el 1 y 2 de julio) sumarán 50.000 personas, las mismas que el 11 de junio convocará en el estadio de San Mamés. Cifras de locos que ninguna banda española (¿quizá Vetusta Morla?) es capaz de cosechar. Porque Fito Cabrales va más allá de sus canciones, que dicho sea de paso están muy bien. Representa el triunfo del hombre del pueblo: un camarero que se ha establecido como estrella del rock que revienta pabellones. Con su gorra, sus aros en las orejas, su barba de chivo y su pequeña estatura, un tipo de la calle que ha llegado a lo más alto. Todo eso se transmite desde el escenario y llega a un público que se agarra a su autenticidad, cualidad que todo el oro del mundo no puede comprar. Nota aquí.



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