lunes, mayo 16, 2022

Ricardo Darín

 “Soy de los que creen que las cosas nunca van a mejorar”

Películas como ‘Nueve reinas’, ‘El hijo de la novia’, ‘Relatos salvajes’ o ‘Truman’ convirtieron al antiguo galán Ricardo Darín en el mejor actor latinoamericano. Y en uno de los mejores del mundo.

Es el mes de septiembre de 2004 y, como cada primavera austral, en la Patagonia argentina florece la retama, un arbusto cuyas flores amarillas diluyen la hostilidad de las montañas. El director está allí para filmar su segunda película —la primera, cuatro años atrás, lo colocó, junto al actor que ahora permanece tumbado sobre el suelo de un bosque lúgubre, en el olimpo— y tiene 45 años. El actor es apenas más grande —47—, pero ha trabajado en decenas de películas, programas de televisión y obras de teatro. Este rodaje debía transcurrir en un paisaje oscuro y húmedo, pero nadie tuvo en cuenta la retama, de modo que cuando el equipo desembarcó en la ciudad de Bariloche, sumida en un paisaje optimista y amarillo, el director dijo: “No filmo, esto parece Heidi”. El actor le dijo: “No podés trasladar a 100 personas hasta la Patagonia y suspender”. Discutieron. Finalmente, el director pensó que el actor tenía razón y aquí están, en un bosque umbrío, milagrosamente sin retama, rodando la escena en la que el taxidermista interpretado por el actor percibe el aura, un estremecimiento profético que antecede a la convulsión epiléptica. En Buenos Aires, durante meses, el director y el actor han investigado sobre la epilepsia hasta comprender que cada ataque es distinto y han decidido que el actor construya su propia convulsión. Ahora, en el bosque, el director ha dispuesto las cámaras y espera. El actor está de pie con un arma en la mano. Da un paso, otro, hasta que el rostro se apaga, encandilado por una luminiscencia opaca. La mano deja caer el arma. El cuerpo se derrumba, blando sobre el suelo, y se arquea como si los tendones intentaran fundirse con los huesos. Es algo mínimo y atroz, una entrega, un éxtasis. La toma sigue hasta que el director ordena cortar. El actor se queda tendido sobre las hojas húmedas. El director corre hacia él, se arrodilla a su lado. No le pregunta si está bien. Le pregunta: “¿Cómo es?”. El actor, como quien ha pasado por una experiencia que nunca tendrá en un cuerpo que no es el suyo, le contesta, con la voz cargada de pena y espanto: “Es muy doloroso”.

La película es El aura y se estrenará en 2005.

El director es Fabián Bielinsky y morirá en 2006.

El actor es Ricardo Darín y, al momento de filmar esa escena, hace tiempo que ha consumado su metamorfosis.

Ricardo Darín compró esta casa en el barrio de Palermo, Buenos Aires, en 1999, cuando se separó por un par de años de su mujer, Florencia Bas. La habían visto juntos, les había gustado pero la descartaron —necesitaban un cuarto más—, y cuando se separaron, él la compró porque pensó: “Pase lo que pase, es una casa que a ella le gusta”. Se mudó con un colchón en el que él y sus dos hijos —el Chino, Clara, por entonces de 11 y 6— dormían amontonados. Después, la pareja volvió a unirse y comenzaron a vivir aquí. Tiempo atrás, el matrimonio dueño de una carpintería contigua recibió la oferta de un grupo inmobiliario que planeaba construir un edificio. La mujer le advirtió a Darín que se fuera: la mole iba a dejarlo hundido en la sombra. Pero la venta aún no se había concretado y él jugó su carta: “Yo te la compro”. La mujer dijo que sí y ahora los Darín (Ricardo y Florencia; los hijos se independizaron hace tiempo) viven en dos casas unidas por un jardín con piscina, que remata en un galpón gigante donde se había montado un cine que ya no se usa, antecedido por una sala de estar y una cocina. Florencia Bas está allí con Clara, la hija menor. Nota aquí.



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