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Hace ya algunos años, un grupo de amigos instauramos el encuentro de los viernes. Se trataba de vernos, sin más, y tomar unos vinitos por nuestras tabernas de La Latina.
Fue Jerónimo Salinero quien, harto de “comer en vaso”, propuso que acabáramos la ronda comiendo todos juntos. Así lo hicimos, ya iniciada la tarde y el cuerpo astragado de vinos y cervezas.
Nunca negamos la entrada de nadie al grupo. El que lo deseaba nos buscaba en nuestro recorrido y se unía felizmente a los demás.
Durante muchos años celebramos así nuestros viernes. El grupo creció desmesuradamente, pero, siguiendo el espíritu con que nació, nunca se le negó la entrada a nadie.
Tiempos felices que la pandemia y alguna enfermedad de los socios fundadores, fueron, lentamente haciendo desaparecer.
Algunos de aquellos de entonces, hemos seguido en contacto frecuente, pendientes de nuestros males y nuestras tristezas. Otros, más de tarde en tarde. Y algunos otros tienen ya su interés en otros asuntos.
Son cosas que pasan. Adí es la vida que, tarde o temprano, nos arrebata esos instantes humildes de gloria. Yo me quedo con el recuerdo de aquellos días y guardo en el alma la nostalgia por todos y cada uno de los que vivieron conmigo instantes tan felices. Mientras tanto, me consuela y me consuelo que me sigan llamando y siga llamando a quienes sé que sueñan con aquellos días con cariño y añoranza.
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