Y Sabina se quitó el sombrero por Almudena Grandes
El pueblo de Madrid homenajea a una de sus escritoras de cabecera en un emotivo acto en el teatro español en el que fueron protagonistas la elegancia y el aplomo de Luis García Montero, el humor de Joaquín Sabina y el relato de la ciudad que con las palabras de Grandes trazó Marta Sanz.
Escribir sobre cómo discurrió el homenaje de Madrid a alguien de una talla gigante como la de Almudena Grandes es algo tan difícil, tan osado, que solo puede llenarse con las palabras que la escritora de la calle Larra dejó como legado a su ciudad, y que resonaron en el Teatro Español durante una calurosa tarde de junio en boca de sus amigos Blanca Portillo, Joaquín Sabina o Marta Sanz.
“La calle Churruca, corta y estrecha, nace en la calle Barceló y va a morir casi sin darse cuenta en la calle Sagasta, al lado de la glorieta de Bilbao, que para mí siempre ha sido y será el verdadero centro de la ciudad” -leía Portillo- “muy cerca de la esquina con Apodaca, sobre la oscura fachada de otra casa corriente, una placa pequeña, excesivamente discreta para la mirada del transeúnte que no ande buscándola, identifica el último domicilio del poeta Manuel Machado. -Pues era tan bueno como su hermano…-decía mi padre cada domingo, un instante antes de doblar la esquina, camino de la calle de Fuencarral y la casa de mi abuelo”. Nota aquí.
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