sábado, julio 23, 2022

Alberto Castillo

 Veinte años sin Alberto Castillo, el cantor de los cien barrios porteños

Aunque se recibió de ginecólogo, fue en la música y la actuación donde encontró el modo de conectarse con el pueblo.

El de 1946 fue un año esplendoroso para el pueblo y la Nación. Obreros y obreras disfrutaban de su dignidad. Trabajaban, consumían, descansaban, se divertían y se formaban. Las salas de cine repleto eran un muestra. El cartel en blanco y negro de “Argentina Sono Films” daba paso a un título contundente: Adiós pampa mía. Tras cartón, el nombre del actor protagónico ocupaba casi toda la pantalla: Alberto Castillo. Tenía 32 años entonces y debutaba como actor. Hasta ese momento, se podía ver en su pasado su diploma de médico ginecólogo otorgado por la Universidad Nacional de La Plata a nombre de Alberto Salvador De Luca -tal era su verdadero nombre-  y el ejercicio de la profesión durante los últimos años de la década del '30. Casi a la par, se observaban incursiones como joven cantor en las orquestas de Julio De Caro y Mariano Rodas, y la llegada a la orquesta típica Los Indios, que piloteaba un dentista con manos de pianista: Ricardo Tanturi.

Durante el debut actoral citado, lo que se ve y escucha es un Castillo en trance de personaje con ganas de cantar, que se embola viendo un espectáculo de revista al ritmo de “boogie-woogie”, y dice a uno de los que corta el bacalao: “El público está cansado de esto, quiere cosas nuestras… No hay nada que hacer. ¿Por qué no me da una oportunidad? ¿En qué país estamos? Un espectáculo argentino quiere un tango, quiere una milonga, quiere un candombe (…) Gardel hubo uno solo, pero cantando cosas criollas, viejo, les paso el plumerito…”.

Hermoso escuchar y ver a Castillo desde ese fílmico. Un bohemio. Un porteño de ley, de aquellos buenos que hoy le vendieron el alma a una cacerola. Un cantor carismático. Nacional y popular: botamangas anchas, corbata floja y camisa descamisada, como el hombre que estaba solo y esperaba de Scalabrini Ortiz. Y que luego Evita amó, claro. Escenas como la descripta, con sus más y sus manos, se repitieron a través de doce películas que marcaron el rumbo actoral-musical de este personaje, a quien una neumonía mató hace hoy veinte años, cuando recién se bajaba del avión, tras una gira por Estados Unidos. Nota aquí.









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