viernes, julio 22, 2022

Miguel Ángel Martín

 “Me horroriza dar sermones y aún más que me los den”

El dibujante leonés publica ‘My way’, un cómic en el que rinde cuentas con la Fiscalía italiana de Cremona, que hace 27 años intentó secuestrar una de sus obras.

Miguel Ángel Martín (León, 62 años) se inició en 1987 en La Crónica de León, donde puso sus pinceles al servicio de la información de sucesos, pero no tardó en idear sus propios crímenes en la serie negra Keibol Black (1987), publicada inicialmente en el mismo diario. Luego se convertiría en autor de referencia de revistas míticas, como Zona 84, Makoki o El Víbora, para las que creó algunas series tan populares como Brian the Brain (1990-1993), la historia de un niño superdotado con el cerebro fuera del cráneo, en la que desarrollaba con humor y sensibilidad las dificultades que entraña ser diferente, un asunto que le trae de cabeza. Provocador, extremo y siempre irónico, Martín se las vio con la censura italiana en 1995, cuando la Fiscalía de Cremona ordenó el secuestro, por supuesta apología de la violencia, de Psychopatia sexualis, una recopilación de los relatos más salvajes publicados en la revista Tótem. La decisión fue recurrida y al final quedó en nada, pero el episodio ha inspirado 27 años más tarde My way (Reino de Cordelia), una venganza que el autor ha cocinado a muy baja temperatura. Parece mentira que alguien con ese aspecto de buena persona que gasta Martín tenga una mente tan perversa. “Ted Bundy [asesino en serie estadounidense] también era un poco así y masacró a casi 30 tías. No te fíes, ¿eh?”, bromea.

Pregunta: My way es el título de su nuevo cómic, pero también podría ser una referencia al conjunto de su carrera.

Respuesta: Sí, fue una elección consciente. De hecho, es un poco autorreferencial y autoparódico porque estoy haciendo una broma con el secuestro de mi cómic en Italia. De ahí viene toda la historia.

P. ¿Cómo vivió aquel encontronazo con la censura italiana?

R. Fue una experiencia fantástica, aunque al principio lo flipé, como mi editor, Jorge Baca, porque jamás pensamos que nadie se fuera a tomar tan en serio un cómic como Psychopatia sexualis. Lo sorprendente es que mientras la Fiscalía veía en el cómic una apología de la violencia, muchos lectores lo interpretaban como una denuncia de esa violencia. Aunque para mí, era solo humor. Nunca nos lo llegamos a creer. También hay que decir que, en el peor de los casos, el cómic hubiera quedado prohibido y como mucho hubiera habido una multa para para el editor. No hubiera acabado nadie en la cárcel. Nota aquí.



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