sábado, septiembre 03, 2022

Alexis Díaz Pimienta

 Ha venido a visitarme

hace un rato una paloma.
Aunque no entiendo su idioma
sospecho que quiere hablarme.
No ha dejado de mirarme
a través de la ventana.
Me ha alegrado la mañana.
Tiene ojos de hembra soltera.
¿Es ella? ¿Una mensajera
de quien me espera en La Habana?
¡Es ella! ¡Una mensajera
de quien me espera en La Habana!
Una paloma cubana
que vino a tierra extranjera.
Dice que a diario me espera.
Dice que me echa de menos.
Dice que hay rostros ajenos
que la hacen pensar en mí.
Y yo le digo qué sí.
Todos son recados buenos.
—Dile que yo igual la extraño.
Dile que ya falta poco.
Dile que me vuelvo loco
si se hace más largo el año.
Dile que a veces me apaño
viendo su fotografía.
Dile que me paso el día
escribiéndole y pensándola.
Dile que vivo buscándola,
rompiendo la lejanía.
—Puedo enseñarte a volar,
me respondió la paloma
(aprendió a hablar nuestro idioma
solo para conversar).
—Puedes volver a su hogar,
me dijo. Y yo, conmovido,
como no estaba vestido
a ponerme ropa fui.
Y qué va. Cuando volví
se había ido.



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