Cómo un cine y teatro de 1919 destinado a desaparecer se convirtió en “la librería más linda del mundo”
El Ateneo Grand Splendid se inauguró en su nueva faceta el 4 de diciembre de 2000; el ideólogo del proyecto y la monumental obra que lo readecuó.
“Le encontré la novia perfecta: el libro”, confiesa Adolfo De Vincenzi CEO del grupo ILHSA y la persona que tuvo la idea de convertir a un cine y teatro emblemático de Avenida Santa Fe, en la ciudad de Buenos Aires, en la librería más linda del mundo, según National Geographic: El Ateneo Grand Splendid. Fue uno de los proyectos culturales más ambiciosos del país. “Le cambió la realidad cultural a la ciudad, al país y al mundo —dice De Vincenzi—. Se transformó en una obsesión”.
“Una de las claves del éxito fue iluminar un lug¿Cómo se hizo para que un cine y teatro fuera una librería? Nadie descansó, el ritmo de trabajo fue frenético.
En solo 180 días una dotación de 350 obreros trabajaron las 24 horas del día, en cuatro turnos. No se paró ni siquiera de noche. Miles de volquetes, incontables toneladas de escombros convivieron con un sistema de andamios que volvía el interior del Splendid un verdadero laberinto. “Cuando entré por primera vez, tuve que imaginarme la planta baja, que no existía”, recuerda De Vincenzi. El cine tenía el piso inclinado. Se tuvo que levantar todo el piso, hacer una planta baja y volver a ubicar ese piso en forma plana. “La idea fue siempre recuperar su esplendor”, cuenta. El piso actual es el mismo que tuvo en su inauguración original de 1919.ar que todo el mundo conocía con poca luz o a oscuras”, cuenta, refiriéndose al viejo cine Grand Splendid que funcionó desde 1982 hasta marzo del 2000. Inaugurada el 4 de diciembre de aquel año, la construcción se hizo en tiempo récord. El propietario del edificio le dio a ILHSA, que tiene control sobre Editorial El Ateneo, Yenny, el sitio web tematika.com y la revista Quid, seis meses de gracia sin pagar alquiler para que se hiciera un proyecto que solo existía en la cabeza De Vincenzi, y que compartió con el arquitecto Fernando Manzone: “Se volvió loco”, confiesa el primero. Nota aquí.
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