A Moncho Otero
Los sueños caducan.
Se desgastan con el uso y con el tiempo.
Pierden frescura y quedan envasados al vacío,
transcurren silenciosos entre las sombras,
condenados al más voraz de los olvidos,
desnutridos de ilusión,
desarmados de convencimiento.
Los sueños son el oxígeno
de este pulmón llamado mundo,
de este enemigo llamado tiempo.
Bebámonos su licor, amigo mío.
Escalemos sus maltratados muros.
No firmemos nunca más
sus sentencias de muerte.
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