martes, noviembre 01, 2022

Luis García Montero

 Imaginar el futuro

El tiempo humano parece un idioma, mantiene su unidad en la diversidad. Los años y la geografía matizan la forma de hablar, el tono y el vocabulario, pero las variedades no rompen una lengua, aunque suene de forma distinta en Salamanca o en Cádiz, en Barcelona o en México. El tiempo que llevamos en el corazón se comporta de la misma manera, porque el presente no llega nunca a separarse del pasado. También resultan una falsificación las utopías que se instalan en el futuro sin mantener los pies en el presente. Resultan muy peligrosos los dogmas que nos quieren regir desde el futuro, sustituyendo la voluntad presente de imaginar un futuro discutido en común.

La literatura cultiva la unidad de pasado, presente y futuro como el mejor huerto para definir la condición humana, ese legado de las palabras y los años en el que la historia se hace vida y las ideologías pasan del nosotros al yo para volver después del yo al nosotros. Al dar testimonio de la existencia, al sostener una huella en la arena del tiempo, la literatura nos invita a comprender y sentir el modo en el que un pasado fue constituyendo nuestro presente. De la misma manera, cuando imaginamos el futuro no hacemos otra cosa que meditar sobre las posibilidades y los peligros de la realidad más actual. Es lo que, como se sabe, hizo Orwell en su novela 1984. Nota aquí.



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