viernes, noviembre 18, 2022

Rodolfo Serrano

 Ruta al sur. Una historia sencilla

Paramos no sé donde. Allá en la ruta
que me llevaba al sur. Tan lejos ya de todo.
Y las conversaciones de la gente,
como un ramito hecho de palabras.
Un café, algún instante. Un cigarrillo.
Esos momentos mágicos que pasan
lo mismo que un relámpago en la tarde.
Yo miraba, sin ver, tras los cristales
el río de automóviles. La negra
carretera perdida en la distancia,
muy lejana, medio en brumas, la alameda,
un bosquecillo
recortando el horizonte. El cielo abierto.
Tiempo para vivir de nuevo todo. Cuando nada
nos llama más allá de lo que ocurre
al lado nuestro, en una mesa
de un bar, perdido en una
autopista que lleva a ningún sitio.
Mientras oyes
conversaciones ajenas a tu lado.
Y ese olor a tristeza que se arrastra
por las cafeterías solitarias.
Ya no recuerdo qué me preguntaste. Ni siquiera
soy capaz de evocar tu rostro, ni siquiera
el tono de tu voz. Mas nos sentamos
-el café entre los dos-
y hablamos de pavadas, tonterías,
mientras iba la noche derramándose
sobre la soledad de dos extraños.
No hubo historia de amor enloquecido.
Sólo dos seres en medio de la nada,
incapaces de seguir
huyendo hacia el abismo.
Buscando alguna voz que, en un instante,
les amparara del miedo y del hastío.
La noche ya vencida,
nos dijimos adiós, sin desearnos
mejor felicidad que la vivida
en un frío café de la autopista. Luego
vi perderse tu automóvil en la noche.
Iba camino al sur. Yo di la vuelta
y regresé, cansado, a esta
ciudad que me mata con su beso.
Foto de Raul Cancio.



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