AMAR LA VIDA
Me dicen los amigos que la vida es hermosa,
que es necesario amarla y dar gracias al cielo,
que la felicidad depende de nosotros,
Soy de buen conformar, nunca pido gran cosa,
ni bienes materiales
que no voy a llevarme al otro barrio,
ni éxito literario ni reconocimiento
por unos pobres versos
que a lo mejor a alguien consolaron.
Vivo modestamente de una pensión exigua,
en mi casa pequeña, humilde paraíso;
no persigo la gloria
ni sueño con viajes
a mundos lejanísimos
que no conoceré por más que viva.
Al amor renuncié
tras algunos intentos que trajeron
mucha más decepción que regocijo
−según daban las doce siempre se convertía
el príncipe de turno en una rana−
y ahora me conformo
con el dulce calor de los amigos.
Hace ya muchos años perdí un hijo,
y hasta sobreviví a ese contradiós
-no acabé de morirme por entero-
y su recuerdo ahora
es un bálsamo tierno y apacible
para sobrellevar mis soledades.
Otras cosas pasaron
que ya no viene a cuento recordar,
pero tal vez un poco arreglé la memoria
cuando conté las horas al lado de su cama.
Y quienes me conocen
saben que, pese a todo,
aún no me ha vencido la tristeza.
Pero esta vieja zorra repintada
a la que por lo visto hay que amar tanto,
no se cansa jamás de darme hachazos.
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