sábado, diciembre 24, 2022

Joan Manuel Serrat

 Joan Manuel Serrat: el último gran día

El artista se despide de los escenarios en Barcelona con un concierto emocional que mezcló la contención y alegría de un público conmovido

Si nos ponemos a pensar, hay pocas cosas en la vida que hacemos sabiendo que esa, precisamente esa, es la última vez que las hacemos. La vida no suele dejarnos muchas despedidas conscientes, pasan cosas que un día dejan de pasar y ya está. Eso hay que agradecer a Joan Manuel Serrat (Barcelona, 78 años), haber brindado a su público una despedida oficial. “Proclamo mi despido por voluntad propia”, dijo al iniciarse la noche. Sí, compondrá, cantará e incluso igual aparece en algún escenario como invitado, pero nunca más Serrat será Serrat en concierto. Era la última vez, en un Palau Sant Jordi lleno, con todo el púbico sentado, allí se despidió también de aquel chaval que hace décadas sintió por vez primera el vértigo de cantar ante alguien más que amigos y familia. La noche del viernes, tras seis décadas de escenarios, todo el mundo fue su familia en el adiós. En su ciudad natal. Se emocionaron hasta las sillas.

Porque Serrat deja los escenarios de verdad, no es un torero de coleta quita y pon. Saber retirarse es un éxito y el que fue noi del Poble Sec nota que su hora ha llegado. Antes partir que decaer tirando solo de la admiración y empatía de un público que se lo perdonaría todo por lo que le debe. Partir y dejar una noche para la historia, esas noches en las que una multitud, más de 15.000 personas en su postrer concierto, incontables en los otros 71 de la gira, parecen una sola persona porque sienten lo mismo, cada uno con sus recuerdos. Sí, Serrat ha escogido el momento, cercana su octava década de vida (cumple 79 años el próximo martes), tras hilvanar la crónica musical de los cambios que su barrio, su ciudad, su país y el mundo entero han protagonizado en este tiempo. Por eso el ambiente era una mezcla de congoja y alegría, de sentimientos vividos hacia dentro, como la planta que toma el agua de la tierra sin que nadie lo vea. Y de aplausos y ovaciones hacia afuera, como cuando la flor se abre y se muestra sin pudor. Un entusiasmo paciente y cálido, propio de un público ya granado, ese que precisamente sabe lo que Serrat quiere decir con canciones como Temps era temps, encargada de abrir un adiós al que el propio Serrat quiso rebajar el octanaje con bromas que querían combatir pesadumbres. Los recuerdos no pueden anclar la vida rebozándola en tristeza, son escalones de la memoria. También de la vejez. Nota aquí.








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