El Tempranillo, parada obligatoria en La Latina
Es, por encima de todo, una buena taberna y, como tal, basa su popularidad en una cocina digna y una buena bodega.
La Latina es una de las zonas más castizas y dicharacheras de Madrid. Recorrer este barrio multicolor es el objetivo de miles de personas que, cada fin de semana, abarrotan sus calles con alegría de tapa en tapa, de caña en caña y de vino en vino. Se ha convertido en un clásico y los más castizos ya le han puesto nombre a este ir y venir multitudinario, el Latinazo. Consiste, básicamente, en completar un itinerario que va desde los caracoles de Cascorro, pasando por la tortilla de Juana La Loca, hasta los dominios de Lucio Blázquez, deteniéndote en una interminable lista de establecimientos que han convertido esta zona de Madrid en una exhibición inacabable de sorpresas y sabores. Hay restaurantes y bares que sólo duran un mes, el cambio de nombre es habitual en esta calle. Sólo los buenos permanecen y se mantienen por encima de modas y crisis. Los hay que ya son de visita obligada en cualquier Latinazo que se precie. El Tempranillo, que regenta con cariño de barra y de cocina Juan Francisco Caballero, es uno de ellos. Para mí, ya tiene categoría de templo de La Latina.
No hay que romperse mucho la cabeza en El Tempranillo a la hora de pedir. Es, por encima de todo, una buena taberna y, como tal, basa su popularidad en una cocina digna y una buena bodega. Los amantes del buen vino encuentran allí los mejores caldos de España y todos los días eligen un buen vino como vino del día, para servir en copas y para que no tengas que pedir una botella entera. El consejo de Juan Francisco, alma mater de la taberna es muy importante a la hora de elegir qué beber y qué comer. En cuanto a la comida, yo me quedo con los embutidos. No es fácil encontrar embutidos buenos en tabernas parecidas, pero aquí todo tiene sello de calidad, desde el lomo hasta el salchichón, pasando por el chorizo o la cecina. Nota aquí.
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