EL CIELO QUE SE RINDE
El cielo que se rinde,
que va precipitándose
con su ceniza azul
inundándolo todo.
Ese cielo has de obviarlo.
Hazme caso, amor mío.
Cierra, sin más, los ojos.
No mires ese cielo que se cierne,
que erosiona el hallazgo
de admirar lo que vemos.
Deja pasar el tiempo
con tus ojos a salvo,
pero yergue tu rostro,
tu dignidad, tu espíritu,
hacia un punto en mitad
de un firmamento
que está regenerándose.
Y ármate de paciencia.
Pronto vendrán señales.
Más tarde o más temprano
sabrás por una luz en el envés del párpado,
que ha llegado otra bóveda
que ha de ser contemplada.
Abre, entonces, los ojos.
Sin miedo.
Con confianza.
Déjate sorprender.
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