COSAS DEL QUERER
Con qué soltura
se entreabren los labios,
vibran las cuerdas vocales
y la voz hace sonar esas ocho letras
sin detenerse a mirarlas,
a sentirlas,
a demostrarlas.
Se cae en ellas como en la rutina,
como en el buenos días,
como en el hasta luego
y se van soltando sin querer
los tequieros
depreciando su valor,
sin que lata lo suficiente el corazón
para pronunciarlos.
Y, ¡qué triste!:
ahora lo difícil no es decirlo
sino creerlo.
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