domingo, mayo 21, 2023

Javier Ruibal

 ¡Ay, Ruibal!

Cuando escuché por vez primera '¡Ay! Pelao' y 'Ojos de almendra', quise ser un contador de historias como Ruibal o por lo menos parecerme a él. Al Sabina también le pasó lo mismo.

Escuché su nombre por boca del Sabina. “Se llama Javier Ruibal, es gaditano y es un maestro. Anda y corre a comprar su último disco, chaval”. Y de seguido me pillé Cuerpo Celeste en el Discoplay que había en los sótanos de la Gran Vía. 

El disco venía producido por José Luis de Carlos, el mismo productor de Las Grecas, Los Chorbos y de toda la pandilla del Gipsy rock. La portada era de Máximo Moreno, el dibujante que se había marcado portadas tan legendarias como la del Viviré de Camarón o Hijos del agobio de Triana. En este caso era un retrato de Ruibal sobre el fondo de una playa gaditana.  

Pero todas estas cosas no son más que anécdotas si las comparamos con lo que había dentro: un puñao de canciones de esas que se pegan a los huesos para siempre. Cuando escuché por vez primera ¡Ay! Pelao y Ojos de almendra, quise ser un contador de historias como Ruibal o por lo menos parecerme a él. Al Sabina también le pasó lo mismo.  

Yo era un chaval sin rumbo que peinaba tupé, bailaba rocanrol, y lucía la cara cubierta por los granos del pecado; andaba de aquí para allá, escapando de la mili y aún no me atrevía a soñar que un buen día acabaría contando estas cosas por los Interneles. Pero tenía claro que lo que más me gustaba, además de las chicas con pecas, era contar historias de esas que nacen en los márgenes, historias donde los personajes son dueños de ir de charco en charco, de apedrear los trenes y de fumar por la nariz; hombres y mujeres de carne y sangre que transitan los caminos sin horarios y que saben, aunque no lo respiren, que el perfume de la libertad huele mejor que la vida.  

Por estas cosas Javier Ruibal se convirtió en un maestro para mí; un maestro al que empecé a seguir la pista, disco a disco. Después de Cuerpo Celeste vinieron La piel de Sara y Pensión Triana grabado en directo y que suena cañón. Y un buen día, en Madrid, me encontré con el amigo Paco Almazán que me dijo que estaba montando una revista y me pidió un cuento. Fue cuando tuve la osadía de hacer una historia donde el amor duele y dos amigos se enredan con la misma mujer. Esos dos amigos no eran otros que el Muelas y el Pelao, personajes de Ruibal que se apalancan en la esquina a cantar por Los Chunguitos. Al final, la revista no salió y el cuento anda por ahí. Pero lo más importante para mí fue que Paco Almazán acababa de llegar del Puerto de Santa María de presentar Las damas primero, disco de Javier Ruibal del que me regaló una copia. Almazán tenía esos detalles conmigo. Nota aquí.



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