jueves, junio 08, 2023

Bob Dylan

 Bob Dylan en Madrid: huraño, resiliente y único

La leyenda de la música, de 82 años, ofreció un soberbio concierto aunque torturara a sus fans al no interpretar ninguno de sus temas clásicos.

Salió al escenario a las 21.45 horas y se marchó a las 23.30. En total, 105 minutos en los que no dijo ni hola ni adiós. Masculló tres o cuatro “gracias” aquí y allá. No interpretó ni Like a Rolling Stone, ni Knockin’ On Heaven’s Door, ni Blowin’ in the Wind, ni Hurricane. En definitiva: no sonaron ninguno de sus clásicos. Tampoco sopló su emblemática armónica. Exigió que le pusieran el piano (el único instrumento que tocó) a cuatro metros de distancia del borde del escenario, donde se refugió durante toda la noche. ¿Era Bob Dylan o su reflejo? Quién lo sabe. Y, a pesar de todo lo dicho, fue un concierto de peso, con mucho que contar y destellos de brillantez. Ocurrió anoche en el inicio del ciclo musical Noches del Botánico, en Madrid, y fue el primer concierto de una gira que tendrá 11 fechas más en España (la siguiente hoy mismo de nuevo en este escenario). Llovió mucho justo antes de empezar. Pero el agua cesó en cuanto la leyenda de Duluth comenzó a cantar. 2.200 personas, todas sentadas, agotaron las entradas.

Hay que comentar que esta crónica se ha escrito de extranjis, porque el maestro no permitió las acreditaciones de prensa ni para fotógrafos ni para cronistas. De ahí que la imagen con la que ilustramos la pieza date de 2019, de su concierto en el Hyde Park londinense. No queda otra. También se prohibieron los móviles, que todos los espectadores introdujeron en unas bolsas precintadas que solo se abrieron al cesar la música.

No desea Dylan que se cuente lo que ocurre en sus recitales en una actitud esquizoide que proporciona más excentricidad al personaje. Pero aunque él no quiera, hay que narrar a este Dylan crepuscular, nada complaciente, íntimo, bluesero, avejentado (82 años), en alguna fase incluso juguetón. Ofreció un concierto básicamente de blues basado en su último trabajo (el jugoso Rough and Rowdy Ways, 2020) y sin apenas mirar hacia atrás. Y resultó cálido y hasta divertido. Se hizo acompañar de una buena banda (batería, dos guitarras, bajo y otro músico que tocaba la steel guitar y el violín) que rodeó al protagonista y permaneció casi siempre estática, sin quitar ojo a las manos del jefe. En algunas fases se vivió un desarrollo instrumental destartalado, un alivio en una época donde los conciertos ya vienen del estudio con un sonido tan perfecto como poco natural. Anoche fue al revés: surgían desajustes, fallitos, improvisación. Cosas normales que pasan cuando hay humanos al mando. Él, siempre al piano, de pie, cantando, aunque cuando no tenía que utilizar la voz aprovechaba para sentarse unos segundos y descansar. Pero se le vio en forma a sus 82 años. Todos firmaríamos sus cifras: toca una media de 100 conciertos anuales. Nota aquí.



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