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Contemplar, o esa otra manera de mirar a un espejo, casi abstraído cuando crees reconocerte en la otra orilla distraídamente perdido, tan distante, tan a lo lejos.
Uno debiera aprender a olvidar para deshacerse de banales recuerdos y aliviar la carga, vestirse para la ocasión, desnudar a la razón de tantos prejuicios.
Hoy o aquel instante fueron mágicos, me cambiaron la vida de repente y necesité creer, no hay cursos ni exámenes, no hay escaparate en el mundo que te salve, no hay nada, tan solo ser y estar, crecer, todo es posible, y da igual si no lo es porque “todo”, no es la respuesta ni siquiera cuando juega a ser la pregunta, tiene poco que ver con el final, y sí con sentir el camino a su pesar para hacer de cualquier instante, un instante real, otro paso más, un recuerdo imborrable.
Esa mirada es ya un milagro en sí misma, un reflejo, un impulso que de repente te despierta, da igual por que punto cardinal amanezca, creer que puedes da sentido cuando se nos antoja conformarnos con nada.
Ando así ahora y desde hace ya, contando y cantando los pasos como nunca, afinando cada hilo de duda, afilando cada giro de certeza, anclado a la vida y ajeno a tantas cosas, no perdiéndome de vista otra vez, abrazado a mi salvación que no es otra, que ser consciente de estar vivo, y vivir.
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