"Los formatos cambian, las historias son las historias"
La película de Ana García Blaya fue realizada con un sistema de "crowdfunding" que congregó a 1961 productores para adaptar la novela de Pedro Mairal. "Queremos hacer películas que podamos vender cerradas a Netflix. Nuestro juego no es hacer guita, es hacer cosas", dice el responsable de la revista Orsai.
“La uruguaya, de Ana García Blaya, una película financiada por 1961 productores”, se lee en la información de prensa de la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Pedro Mairal, que luego de su estreno en la Competencia Internacional del Festival de Mar del Plata desembarcará este jueves en la cartelera comercial. El hincapié en la ingeniería económica se debe a que rompe los esquemas tradicionales de una industria habituada a depender de los fondos del INCAA o de las plataformas de streaming: la totalidad del presupuesto del segundo largometraje de Ana García Blaya (Las buenas intenciones) surgió del aporte de casi dos mil personas de 21 países a través de bonos que arrancaban en cien dólares. El responsable de este experimento es el periodista y escritor Hernán Casciari, quien con su revista Orsai demostró que el financiamiento colectivo (o crowdfunding) era un camino posible para los emprendimientos culturales.
Con esa revista editándose desde 2011, Casciari afirma ante Página/12 que la adrenalina de los comienzos empezó a mermar con el correr de los números. ¿Qué hacer cuando aquello que resultaba desafiante deja de serlo? Ir más allá, lo que en este caso se tradujo en la incursión en el mundo audiovisual. “Al principio nos parecía imposible hacer una revista de 212 páginas sin publicidad, con distribución en todo el mundo y textos de grandes autores que cobraran muy bien. Pero no sólo lo conseguimos, sino que se volvió rentable y hoy la hacemos de taquito. Nos juntamos a comer un asado y decimos 'queremos un texto de éste y éste'. Es casi un hobbie, dejó de ser desafiante. Con mi socio Chiri nos propusimos volcarnos hacia algo que sea medio imposible. Y ahí, de una forma muy orgánica, apareció el cine”, cuenta el autor de Más respeto que soy tu madre. Nota aquí.
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