Un restaurante escondido en un edificio del siglo XIX con ambiente de bodegón y suculentos platos italianos
Queda en Balvanera y sirven auténtica comida calabresa.
El menú es único e incluye show, todas las noches.
Hay que reservar con al menos 10 días de anticipación.
Entrar al restaurante María Fedele es como entrar a la casa de una familia italiana donde te reciben con los brazos abiertos y la calidez su comida diaria. Mejor dicho, sus comidas ya que la abundancia en la mesa es un sello de los calabreses. Antipastos que ocupan una mesa completa, pastas caseras, segundo plato de carnes y mesa dulce. Un banquete completo en un bodegón italiano digno de sibaritas.
Con un recetario familiar lleno de platos típicos del sur de Italia, la familia Paoletti llegó al edificio de la Società Nazionale Italiana donde plantaron bandera. La calidad, la propuesta diferente y el boca a boca hicieron el resto. María Fedele llena su salón todas las noches y se requiere reserva previa con un mínimo de 10 a 15 días para poder conseguir mesa.
Una de las características del restaurante es que no existe la carta o el menú. Ni siquiera se sabe qué se va a comer al momento de ejecutar la reserva. Lo que garantizan desde la cocina es que siempre sirven 12 antipastos de entrada; el primer plato es pastas (que viene con un bonus de una pequeña degustación de otro estilo de pasta); el segundo plato es una carne y el cierre, degustación de tres postres a un precio fijo.
La historia y cómo es María Fedele
María Fedele nació en la primavera de 2012 como una trattoría: “una cantina chiquita en San Telmo, de unos 30 cubiertos”, cuenta Ariel Paoletti, uno de los socios creadores. Allí estuvieron un año hasta que a fines de 2013 se mudaron a la Asociación Nacional Italiana de Socorro Mutuo y Cultura, ubicada en Adolfo Alsina 1465, Balvanera, a pasitos del barrio de Monserrat.
El proyecto familiar se bautizó con el nombre de la bisabuela de la familia. Ariel recuerda que de chico había una foto de María Fedele en la casa y que la madre le prendía una velita a diario. “Era como una santa y estaba siempre presente”, dice.
La vida del gastronómico no es fácil. El cocinero pone cuerpo y alma en cada plato, una cantidad infinita de horas parado con el calor de los hornos acechando y viendo pasar los fines de semana por el costado.
Es por esta razón que Ariel decidió abrir la sociedad y pasó el mando a dos cocineros de su plena confianza para que continúen el legado bajo su supervisión como chef ejecutivo. Los nuevos titanes de las hornallas son Daniel Andrade y Viviana Barés quienes replican las recetas de Fedele tal cual las aprendieron.
El salón del restaurante, que casi cuadruplica la capacidad del primer local, está decorado con fotos familiares donde se puede ver a María Fedele, al casamiento de los fundadores de la familia Paoletti y otras reliquias familiares. Nota aquí.
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