viernes, noviembre 10, 2023

Lo del Turco

 Lo del Turco, el comedor que cambió la vida de Ramón Biaus

Paula Ares impulsó el cambio en Ramón Biaus, una pequeña localidad rural de 150 habitantes en lo profundo de la provincia de Buenos Aires. Un día se prometió que esa sería su casa, se alió con Ariel Canepa, recuperaron un viejo almacén de generales centenario con muchos años de abandono y fundaron Lo del Tuco. Hoy reciben hasta doscientos visitantes por fin de semana,.

“El pueblo estaba dormido y de alguna manera lo despertamos, encendimos las luces”, dice Paula Ares, una de las artífices del cambio en Ramón Biaus, una pequeña localidad rural de apenas 150 habitantes en el partido de Chivilcoy, en lo profundo de la provincia de Buenos Aires. Recorriendo el camino de tierra que llega  al pueblo tuvo una epifanía: “Quiero que este sea el camino de regreso hacia mi casa”, se prometió. Cambió de vida, dejó un trabajo ejecutivo en la capital argentina y se fue a vivir al Biaus. Tuvo un aliado en Ariel Canepa, el hombre que conoció allí, con una extensa experiencia en asar carnes y un profundo conocimiento del territorio. La gastronomía fue la herramienta que cimentó las bases de su nueva vida.

Lo del Turco fue desde 1920 un antiguo almacén de ramos generales. En 2017, cuando Paula llegó al pueblo lo encontró abandonado, en su peor estado. Patio, salón y vivienda estaban deteriorados, pero la esquina resplandecía. “No podía creer que un lugar así estuviera cerrado”, explica. La pareja decidió recuperarla, localizó al propietario, sellaron un acuerdo y se pusieron en actividad. “Queríamos que todo el pueblo se involucrara”, y así fue. Los vecinos comenzaron a llevarles recuerdos familiares, frascos, botellas, elementos del pasado que volvieron a darle vida a las estanterías que estuvieron abandonados por más de veinte años.

“No había plan en el pueblo, le faltaba un propuesta gastronómica”, sentencia Paula. La hicieron. Venía del mundo empresarial y nunca había tenido experiencia en gastronomía comercial. “Si cuenta que alimenté a mis hijos hasta la mayoría de edad, conocía algo”, dice. Ariel se centró en las carnes, pero había que completar el menú. “Necesitaba saber las recetas y los aromas del pueblo”. Entusiasmados con la reapertura de la vieja esquina, los vecinos comenzaron a acercarse con recetas. Entonces, de una debilidad, halló una fortaleza. Aquellos vecinos que tenían una especialidad, fueron convocados para sumarse al poyecto. “Tenemos las empanadas de Marta, los ravioles de Nelly…”, enumera. El plan encontró un mensaje y una historia para contar. Nota aquí.



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