Fernando nos cuenta en su Blog
INTRODUCCIÓN DEL LIBRO "VOLAD CANCIONES, VOLAD!
Como pórtico de esta aventura literaria, a la que he titulado Volad canciones, volad, siento la necesidad de evocar al poeta gaditano Rafael Alberti. Sus palabras, bellas y aleccionadoras, han estado presentes a lo largo de toda mi vida y, como no podía ser de otra manera, su presencia, poética y personal está latente, de principio a fin, en este nuevo libro. Presente en el título, el contenido, el propósito, el deseo de emprender altos vuelos y, sobre todo, en el recuerdo de mis no muchos encuentros con él, aunque significativos e inolvidables, en los que mantuvimos conversaciones apasionantes en torno a la poesía, la música y la canción de autor.
La poesía y el canto se manifiestan en toda su obra como dos realidades expresivas y artísticas de común identidad. «Quiero cantar; / ser flor de mi pueblo», escribe el poeta en Baladas y canciones de Paraná. «Canto está noche de estrellas / en que estoy solo, desterrado. / Pero en la tierra no hay nadie / que esté solo si está cantando». «¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora?». «Creemos el hombre nuevo cantando».
Dos realidades hermanadas, poesía y canción, predestinadas felizmente a encontrarse, para emprender juntas un vuelo común, gratificante y enriquecedor. Experiencia vivida intensamente por el propio Alberti el día en que su poema «La paloma» –palabra poética–, allá por 1941, se hizo canción con música del compositor argentino Juan Carlos Guastavino.
«Se me presentó en mi casa de la calle Las Heras un jovencísimo compositor bonaerense, Juan Carlos Guastavino. Me pedía permiso para poner música y canto a cinco de mis poemas, entre los que se hallaba "La paloma". Le dije que sí, asistiendo yo al estreno de la canción, con música de cámara, como pieza de concierto. Poco después, un coro de Santiago del Estero, el de los hermanos Carrillo, la repitió, solo a voces, con gran éxito, pasando enseguida a ser repertorio de la radio. Aquella paloma de mis noches de guerra parisina había comenzado su vuelo, pero todavía a ras de los tejados argentinos. Pero la paloma adquirió verdadera altura cuando en Roma, durante un homenaje que se me hacía en un teatro, otro compositor argentino, Bacalov, la oyó, acompañada de guitarra, en la voz de una muchacha, Daisy Lumini. Bacalov pidió permiso para orquestarla, ofreciéndosela enseguida al gran cantante italiano Sergio Endrigo, que la estrenó con éxito ruidoso en un festival de San Remo. Y desde entonces la paloma, equivocándose siempre, remontó todos los aires, ya traducida al alemán, en la voz de Milva, y en su idioma original en la de Joan Manuel Serrat, Paco Ibáñez, Ana Belén, Nuria Espert, Montserrat Caballé... Hasta una vez, en Pekín, la oí cantar en chino por una vocecita que salía como de la corola de una flor de suavísimos tonos». (Texto tomado de las páginas 130 y 131 de La arboleda perdida.). Crónica aquí.
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