Viejos fantasmas
No puedo echar a nadie de mi vida.
Ni a los viejos amigos ni a mis muertos,
enemigos y amantes laten juntos,
En las noches más largas y más frías,
cuando viene el recuerdo hasta mi cama,
el eco de sus nombres me acompaña
como una luz de calma en la tormenta.
Están aquí, fantasmas siempre amados.
Nunca he podido odiarles, ni siquiera
los que hirieron mi carne y mi memoria.
Calan todos en mi alma hasta los huesos.
Nunca he podido echarles de mi vida.
Ni he querido. Por lejos que estuvieran.
Son la añoranza viva de otro tiempo,
feliz, tal vez. ¿Importa, importa acaso?
Acarician ahora mi tristeza.
Borran los calendarios y las cartas,
acompañan mis pasos al silencio.
Y deshacen mis miedos más antiguos.
Me acogen en sus brazos, todos ellos.
Los que un día me odiaron, los que amaron
cada una de mis viejas cicatrices.
Mis vivos y mis muertos que hoy invoco.
(Esta vida, sin ellos, ya no es vida)
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