Adiós a Nora Cortiñas: una despedida que fue una celebración de su vida
La velaron en el espacio de memoria que funciona en lo que fue la Mansión Seré. Anécdotas, cantos y la promesa de sus compañeras: "No vamos a abandonar la lucha contra estos genocidas sin corazón".
Plena dictadura. Una mujer menuda golpea las manos, habla fuerte, inventa una excusa ante su interlocutor. Dice que quiere comprar esa vieja casona para montar un geriátrico. Finalmente se va con sus sospechas a cuestas. La mujer es Nora Cortiñas. Cree que su hijo Carlos Gustavo Cortiñas, al que busca desde hace meses, puede estar secuestrado en la Mansión Seré. Pasaron los años, nunca pudo comprobarlo. Volvió infinidad de veces a ese predio de Castelar, lindante con las vías del tren. Este viernes fue su última vez en ese lugar que ya no es un campo de concentración, sino la Casa de la Memoria y la Vida. La velaron cientos de personas que lloran la pérdida de la Madre de Plaza de Mayo –la madre de todas las batallas– y que celebran su vida.
Una fila de personas se agolpa para pasar frente al féretro –ubicado en uno de los laterales del microestadio que funciona dentro de lo que fue Mansión Seré. Nora descansa ahí. Tiene la foto de su hijo desaparecido. Marcelo, su hijo menor, conversa con quienes se acercan hasta allí.
Nora es la madre de todas las luchas. La rodean cientos de pañuelos de distintos colores, remeras de agrupaciones de derechos humanos, de sindicatos, la bandera de Palestina. A un costado colocan la bandera con la que solía marchar todos los jueves en la Plaza de Mayo: la que dice 30.000 desaparecidos presentes. Nota aquí.
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