domingo, julio 14, 2024

Estopa

 Estopa: cuando lo normal es extraordinario

Unos emocionados hermanos Muñoz montaron su barrio en el Estadio Olímpico de Barcelona ante 60.000 personas rendidas y exultantes.

El barrio, con su ética, estética, valores y sentido del humor, vino a la capital para decir que también existe, que puede no ser cosmopolita, sofisticado, sutil, menos aún turístico y exportable, pero que es una realidad más tangible que un bloque de granito en la autopista: se puede simular que no se ve, pero si no se maniobra estamparse contra su realidad resulta impepinable. El barrio, los barrios de toda Cataluña y en especial los de la zona metropolitana que David Muñoz listó en un momento de su concierto, esos barrios en los que suena la rumba y el flamenco ante una tapita de rejos, en un bar que perfectamente puede llamarse La Española, como en el que crecieron, son el humus del que hace 25 años surgió Estopa, que se coronaron en el Estadio Olímpico este miércoles en un concierto cuyo significado permanecerá en la memoria musical de Barcelona. Hubo mucho de reivindicación no manifestada como agravio, sino como celebración, hubo un mirarse al espejo y verse guapo, lucir hermosa en el hormigón y decir con alegría que esos lugares en los que se habla de “racholas” forman parte de lo que somos.

Fue por lo tanto un concierto de emocionante autoafirmación. En todo. David, el de verbo más fluido de la pareja, siempre secundado por la sonrisa de sabia aprobación de Jose y su sempiterna coletilla colgando de la nuca, se puso humorísticamente a la altura de Springsteen mientras se bebía una cerveza en escena, “Bruce no tiene huevos de tomarse una birra aquí”, y de Rammstein (reyes del fuego), “esos no encendieron el pebetero, nosotros lo queríamos hacer y nos dijeron que no había gas, vaya excusa de gilipollas”, dijo entre risas. Incluso al final parecía achispado, aunque debía ser la emoción. Se rieron también de manera implícita de los efectos especiales, pues la aparición de un Seat Panda en Camiseta de rockanrol se hizo empujándolo, pura tracción animal, e incluso que sólo funcionara un mustio limpiaparabrisas denotaba la palmaria ancianidad del vehículo. En pantalla obras, andamios, zanjas, bloques de periferia, trenes de cercanías –parados- y viaductos, paisajes reales que suelen esconderse y que en el Olímpico se lucieron. En la boca bares, alegría, cervecita fresca y la celebración de la proximidad, ese concepto preexistente a su moderna utilización. Todo era nítido, no había segundas lecturas. Sólo les faltó decir “vimos eso de las pulseritas con lucecitas de Coldplay y pensamos, ¡qué guapo!, lo haremos también nosotros”. Lo hicieron. No pareció una copia, sino el uso de un recurso que quizás no vieron y menos aún vivieron bastantes de los allí presentes, parte activa de aquel tapiz de luciérnagas. Nota aquí.



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