Contar
Nuestra idea sobre la inmigración dependerá del relato y de las cifras a los que demos crédito
El verbo contar es la mejor prueba de que siempre ha sido mentira la separación de las ciencias y las letras. Muchas cuentas y cuentos hacen falta cada vez que uno quiere tomarse en serio el mundo. Me refiero a un mundo que cuente con nosotros, los seres humanos. Siempre es bueno ponerse a contar. El 24 de julio de 1999 se produjo el primer naufragio documentado de una patera frente a las costas de Canarias. Cuento: 25 años y cinco días. Al menos 1.194 personas murieron frente a España en 2023 según las cuentas de la Organización de Naciones Unidas para las Migraciones. Y hay constancia de 21.000 muertos desde 1999, aunque los datos no alcanzan a todas las tragedias. Algunas desapariciones solo dejan huella en las memorias familiares. Cuentas difíciles.
Uno puede ponerse a contar de otra manera. Contar que sigue existiendo una economía imperialista europea descarada en buena parte de África. Contar que la pobreza descarnada y la desigualdad invitan a buscar la supervivencia a través de las migraciones. Contar que la desesperación empuja a ponerse en manos de mafias, arriesgando la vida en una patera. Contar que la falta de solidaridad humana hace que caiga dolor sobre el dolor y miedo sobre el miedo. Contar que buena parte de la economía nacional y de los cuidados descansa en los migrantes. Contar que hay mucha gente interesada, no en que no haya migrantes, sino en que los migrantes no tengan derechos reconocidos para poder maltratarlos laboralmente.
O también se puede contar que los migrantes son peligrosos violadores desde niños, gente de la que cuidarse, amenaza para la tranquilidad de las familias decentes. Crímenes, robos, fechorías, por contar que no quede. Y hasta se puede contar que uno es patriota, que defiende la unidad de la Patria, y que vive la caridad cristiana, pero mejor dejar a los niños migrantes encerrados en Canarias, oportuno campo de concentración para desheredados. Nota aquí.
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