Decidme
Tristeza de hospital. Lentos los días.
La noche se hace eterna. Los relojes
se paran en el borde de la cama.
Es un dolor del alma, este cansancio.
La soledad, el miedo de los cuerpos.
Entra el sol -un pálido reflejo-
por la ventana. El mundo ya no existe.
Más allá, la gente en sus asuntos,
los bares añorados, ese aroma
de gris y gasolina por las calles,
la vida en en el asfalto y los semáforos.
Decidme si está todo como antes,
si ríen las muchachas, si en los árboles
los pájaros revuelan y alborotan
mientras cae la tarde en los tejados.
Si desde el Viaducto se contempla
la belleza lejana de la sierra,
si los niños aún vuelven del colegio
rompiendo con sus gritos las esquinas.
Si hay parejas que se aman en los bancos
si preguntan por mi por las tabernas.
Decidme si Madrid sigue imposible,
tan hermosa y fatal y tan amada.
Desde aquí, desde este sobresalto
de gasa y medicinas, va mi alma,
como pájaro herido entre la lluvia,
buscando el cielo azul de la esperanza.
(Hay una isla lejana en mi memoria)
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