lunes, septiembre 23, 2024

Bar El Progreso

 Cafetines de Buenos Aires: El Progreso y el misterioso cartel que escondía una historia del arrabal porteño

Situado en el barrio de Barracas, el diseño del edificio permite que el bar sea el lugar elegido para la filmación de series, avisos y películas.

El Progreso abrió en 1942 en la esquina de Montes de Oca y California. Su actual propietario es el ingeniero César Moreno Tomas, hijo de don Aureliano Moreno y María Licinia Tomás quienes en 1959 compraron el fondo de comercio. El Progreso ocupa la planta baja de la que fuera vivienda de la familia Onagoity. La construcción es de 1911 y pertenece a los reconocidos arquitectos franceses Emilio Hugé y Vicente Colmegna. Los mismos que proyectaron la Casa Moussion, el edificio art nouveau de ocho pisos en la esquina de la Avenida Callao y Sarmiento. Y además edificaron la sede del Banco Nación que se ubica en diagonal al bar El Progreso. Esta sucursal del Nación fue la número 1 de la ciudad. Solo dos datos que califican lo que representó el barrio de Barracas para la ciudad.

Al momento en que Aureliano y Lisina se hicieron cargo de El Progreso, la familia Onagoity ya no habitaba el edificio. La pareja, oriunda de Vigo, conoció los años más fructíferos del bar. Las grandes fábricas vecinas abastecían sus mesas de empleados hambrientos que necesitaban reponer energía a toda hora. Otro tanto ocurría con el público de los cines Select y Social ubicados sobre Montes de Oca. A eso hay que sumarle las paradas de líneas de colectivos que entraban y salían de la ciudad y que coincidían con el acceso al local. Este contexto favorable permitió que los Moreno-Tomás con el fruto del trabajo terminaran comprando no solo el bar, sino todo el edificio con frente a las dos calles. Un auténtico progreso.

Cuando César me vio entrar preparó dos cafés y los trajo a la mesa. No teníamos ninguna reunión pautada. Por el contrario, yo debía encontrarme con otra persona. Pero no podía ser descortés con la compañía momentánea ofrecida por el dueño del bar. Hace pocos años que vivo en el barrio. Todavía me siento nuevo. Sin embargo, he logrado construir una relación con el ingeniero que heredó el negocio de sus padres y prometió mantener el legado familiar.

Como mi cita nunca llegó, la charla iniciada recorrió toda la historia familiar de los Moreno-Tomás en el Bar El Progreso. César me confesó que tuvo su primera ducha a los diecisiete años cuando se mudó con sus padres a un departamento cercano. Hasta entonces, el baño familiar era el del bar. Cuando festejaba el cumpleaños y sus compañeritos le preguntaban dónde podían hacer pis, César respondía: “En el de caballeros”.

De pronto se levantó en busca de una foto colgada en el local y me la alcanzó. “Este es mi papá cuando compró el bar”, dijo. La toma es una imagen de la esquina desde la calle. Aureliano está parado en la puerta. En la planta alta un cartel dice Hotel Lalín. Sorprendido ante el documento fotográfico le pregunté a César “¿Arriba del bar había un hotel?”, me respondió afirmativamente. “¿Y antes del bar acá había una farmacia?”, pregunté. “Claro, la Farmacia Villela”, confirmó. Nota aquí.






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