No puede claudicar la esperanza.
No debe.
Si lo hiciese,
jamás volverán las golondrinas a los balcones maltrechos de la memoria.
Enviudará el futuro marchitándose lento con el letal veneno del hastío incesante.
Y las calaveras nunca más sonreirán, descaradas, a la muerte.
No puede desarmarse la esperanza.
No debe.
Si lo hiciese,
jamás habrá latidos danzando en pie de guerra.
No encontrará la utopía la paz en un presente.
Y el corazón cansado, doblegado, caería.
No puede diluirse la esperanza.
No debe.
Así escarbo en la tierra
para encontrar luciérnagas
que alumbren, en la noche, el camino extraviado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario